Si hablamos con una persona sabia y le preguntamos cuál es el mejor objetivo que nos podemos marcar en la vida, es muy probable que nos responda: “alcanzar la felicidad”. Dicho así, hasta nos podría parecer un reto fácil y asumible, pero en realidad es un hito complejo de conseguir y, una vez logrado, complicado de consolidar y mantener. En nuestra búsqueda de esta piedra filosofal, deberemos determinar primero qué es para nosotros la felicidad y trazar un camino para acercarnos a ella. La teoría, en sí misma, no se antoja problemática: tenemos un objetivo definido y debemos ir hacia él, pero para lograrlo hay que utilizar un método y, si hay alguno que destaca por encima de todos los demás, es el que practican los japoneses: el método Ikigai.
El método Ikigai: “la razón de ser”
Primero, deberíamos definir qué es un ikigai, un concepto de origen japonés que, textualmente, significa “la razón de ser”. Para la cultura japonesa, todo el mundo sin excepción tiene un ikigai, aunque para encontrarlo demasiado a menudo se hace imprescindible una búsqueda larga y profunda de uno mismo, algo fundamental porque la creencia vaticina que quien halla su ikigai consigue llevar satisfacción y sentido a la vida. El ikigai puede ser cualquier aspecto de la vida, no solo aficiones, sino también encontrar el empleo perfecto y disfrutar al máximo con la crianza de los vástagos.
El sentido de la vida
El ikigai nos ayuda a superar circunstancias estresantes, replanteándonos todo y encontrando lo que nos aporta motivación y felicidad diaria. El ikigai no debe estar relacionado con una situación social o económica, sino con el sentido del valor de la vida, con aquellos acontecimientos de carácter emocional y espiritual que nos hacen ver que la vida vale la pena y que nos llevan a la autorrealización. Por ello, y tal vez esto sea lo más difícil, debemos tener una base personal de madurez emocional.
El método Ikigai: ¿dónde aplicarlo?
El método ikigai se puede aplicar a la alimentación, y no únicamente a definir aquellos alimentos que mejor nos sientan y que predominan en nuestra dieta, sino también el cómo los comemos. Así, se recomienda comer en pequeñas cantidades, alimentos naturales de la propia tierra y que sean lo más frescos posibles (lo que ahora se llama alimentación de proximidad o de kilómetro cero), sugiriendo una dieta casi vegetariana, de modo que su nutrición mantiene muy pocas calorías. Para que os hagáis una idea, en el caso de los japoneses, estos priorizan el consumo de arroz, tofu, verdura, pescados que contengan Omega3 (caballa, arenque, salmón…), algas, té verde y fruta fresca de temporada, entre otros. Ya veis que la carne –a excepción del pescado– brilla por su ausencia. De hecho, evitan aquellos alimentos que procedan de los animales y sin casi consumo de azúcar o leche. Su dieta es muy baja en lácteos, siendo suplantados desde la infancia por la soja, y su alimentación es muy baja en el consumo de gluten. También es muy importante el comer lentamente, debido a que nuestro cerebro hasta los 20 minutos de haber ingerido la comida no manda señales de saciedad.
Mantener una vida activa, evitando el sedentarismo, también forma parte del ikigai. Así, se defiende la preferencia de levantarse temprano y hacer ejercicios relajados. Además, en dichas culturas el concepto de la jubilación occidental no existe: mientras la salud les deje se mantienen el máximo de útiles posible.
Otro de los aspectos importantes para alcanzar el ikigai es la amistad, para lo cual es clave formar parte de un pequeño grupo de amigos (moiai, en nipón), formados por los vecinos que mantienen intereses comunes y se ayudan día a día mutuamente. Un círculo en el que se ofrece seguridad y compañía, contribuye con su grano de arena a la consecución de la felicidad.
Ejemplos de Ikigai
Partiendo de la base de la búsqueda de nuestra razón de ser, para poder encontrar nuestro ikigai debemos tener presentes los cuatro componentes siguientes:
- Lo que amas
- Lo que necesitan los otros
- Por lo que puedan pagarte
- En lo que eres bueno, tu talento
Frente a ellos, junto a nuestra pasión, misión, profesión, camino y vocación, un ikigai puede ser cualquier cosa y distinta en cada uno de nosotros.
Algunos ejemplos de ikigai que podemos encontrar en Occidente son los siguientes:
- El amor incondicional hacia tus seres queridos.
- Emprender acciones para cuidar el planeta.
- Crear o trabajar en algo nuevo para conseguir que el mundo sea un lugar mejor que el actual.
- Ayudar a los demás a encontrar su razón de ser.
- Abrir tus miras mediante el conocimiento de otras culturas.
- Trabajar en una entidad solidaria. Ayudar sin esperar nada a cambio.
- Llegar a ser un buen profesional en tu puesto de trabajo y que tu esfuerzo redunde en los demás de forma especialmente positiva.
Sabías que…?
- El ikigai está especialmente arraigado en la isla japonesa de Okinawa, la zona del mundo donde las personas son más longevas: hay más mayores de 100 años por 100.000 habitantes que en cualquier otra región de la Tierra.
- En otras culturas existe también su particular ikigai, como es el caso de Dinamarca (hygge) y Suecia (fika), culturas antagónicas a la nipona pero que, en definitiva, intentan plantearse un estilo de vida que comulgue lo más perfectamente posible con nuestras existencias.
O sea, que nos lleven hasta la ansiada felicidad…