Siempre se ha dicho que las personas que tienen hambre suelen ser personas que tienen una buena salud y que, cuando se pierde el apetito, empiezan los problemas. Son tópicos y, por lo tanto, a veces funcionan y a veces no, pero no existe una relación de carácter científico. Con el tiempo se ha convertido en una necesidad no el hecho de comer más o menos, sino el hacerlo con responsabilidad, lo que popularmente se conoce con el anglicismo mindful eating (alimentación consciente).
¿Qué es Mindful Eating?
Su significado es obvio: nuestra sociedad ha cambiado, se ha vuelto más sostenible, y todo ello conlleva que queramos saber cómo nos alimentamos y qué necesitamos para que nuestro cuerpo cuente con una dieta lo más perfecta posible… aun sabiendo que la perfección no existe porque todos los cuerpos son diferentes. Pero hecha esta salvedad, aquí van una serie de recomendaciones para adopta la mindful eating y conseguir que tu cuerpo y tu mente estén más en sintonía:
¿En qué consiste?
- Comer por comer está terminantemente prohibido. ¿Estás en un aperitivo y el hambre no te aprieta? Entonces, no comas; nuestro estómago es otro de los músculos de nuestro cuerpo y cuánto más le des, más va a pedir. Nuestra glándula de la saciedad no es igual en todas las personas y, si bien es cierto que no todo el mundo tiene la misma sensación de hambre, muchas veces sentimos una falsa necesidad de comer, cuando, en realidad, sentimos ansiedad. Por eso, antes de comer debemos tener la certeza de que tenemos hambre. Haced una prueba para saberlo: cambiad la comida por la lectura de un buen libro o una ducha refrescante, y es posible que descubráis que ya no tenéis hambre, lo que significaría que el vuestro era un problema de estrés, de agobio o de malestar.
- Bebe un vaso de agua antes de ponerte a comer. Notarás desde el primer momento que el agua contribuye a saciar tu necesidad y, al mismo tiempo, aquella ansiedad que parece que te posee pasa a apaciguarse, ya no tienes tanta hambre. ¿Cómo puede ser que suceda esto? Muy sencillo, y es que en algunas ocasiones nuestra mente no sabe diferenciar si lo que tiene en realidad es hambre o sed y, al final, acabamos comiendo cuando deberíamos estar bebiendo (agua).
- Come sin distracciones. Como todas las cosas que hay en la vida, la concentración al cien por cien es clave para conseguir tus metas y una garantía inequívoca de éxito. Por eso, antes la televisión y ahora los móviles –sean en forma de teléfono o de tabletas– se han convertido en nuestros peores aliados. Si prestamos atención a estos dispositivos, entonces no nos fijamos ni en lo que comemos, ni si es mucho, ni si es poco, ni si es lo que conviene a nuestro organismo o lo que no. Otro consejo: aunque se trata de una comida menor –tipo pica-pica– intenta evitar siempre hacerlo de pie, porque está comprobado que si es así nuestro cerebro no es plenamente consciente de que estamos comiendo. Siéntate o en breve tu mente te dirá que deberías volver a comer… cuando ya has comido.
- Cada bocado hay que saborearlo. Pero no como si fuera el último, sino como el primero de toda una serie de experiencias gustativas. Alimentarse es una cosa y disfrutar de la comida es otra, pero ambas pueden ser compatibles. Observar lo que estamos comiendo, reflexionar sobre ello, tenerlo entre nuestras manos, llevarlo a nuestra boca, masticar pacientemente y disfrutar de su sabor darán cuerda a este reloj de manera precisa.
- Come de todo. No debemos comer sólo por placer y sólo alimentos o platos que satisfagan nuestro gusto. Hay que comer de todo porque una dieta variada es una de las estrategias claves para que nuestro organismo funcione mejor. No es una garantía total, pero de todos es sabido que las personas que mezclan todo tipo de alimentos en su dieta suelen ser menos propensas a las enfermedades. No deja de ser lógico, porque contribuye a nuestro equilibrio.
- Acabar en último posición nos hace ganadores. Parece que sea una contradicción, pero cuando estamos en grupo, ser los últimos/as en acabar va a ser nuestro premio. Comer despacio es un arte y nuestro metabolismo lo agradece porque no lo obligamos a trabajar a destajo. Hay un truco para ganar: observemos al que come con más lentitud, intentar ir a la par con esta persona y, en la recta final, en lugar de acelerar, pongamos el freno para que finalicemos en última posición. Veréis cómo un último puesto nunca fue más satisfactorio. Para vuestro cuerpo, victoria segura.
- Hagamos ejercicio. Otra contradicción, si nos tomamos al pie de la letra la máxima aquella que dice que “el ejercicio despierta el apetito”, cuando lo que sí sabemos a ciencia cierta es que el apetito se despierta nos movamos o estemos quietos. Por eso, si realizamos ejercicio durante el día, la sensación de hambre tal vez se podrá acelerar, pero mantendremos nuestro cuerpo en forma y quemaremos calorías que hayamos ganado cuando no deseábamos. No hace falta correr una hora o partirse la crisma haciendo abdominales, ejercicios como andar a buen ritmo, natación o, simplemente, subir las escaleras de nuestro domicilio, pueden tener un efecto similar, igual de benéfico para nuestras necesidades.
- Meditar. Si antes hablábamos de concentrarnos a la hora de comer para hacerlo despacio, disfrutando de la experiencia, nos daremos cuenta de que tal vez es más fácil sobre el papel que en la vida real. Por eso, para que no se nos haga tan complicado, una de las recomendaciones que mejor funcionan es dedicar un pequeño espacio de tiempo –un cuarto de hora puede servir perfectamente– a concentrarse. Esta práctica también contribuye a disminuir la ansiedad y no solo en la alimentación, sino en todas las facetas de la vida. Siempre es necesaria.
- Un estómago lleno no es un estómago feliz. Parece otra paradoja, pero si os fijáis, cuando acabáis de comer, si habéis ingerido muchos alimentos, por un instante notaréis satisfacción, pero es una sensación pasajera, enseguida sentiréis hinchazón y, a pesar de que al cabo de un rato se va diluyendo, esto es así porqué habréis hecho trabajar a vuestros órganos más de lo que sería conveniente. Hacer trabajar a vuestra maquinaria más de lo que es necesario desgasta sus mecanismos y piezas antes de lo que sería de desear.
Mindful eating. A modo de conclusión.
El objetivo del mindful eating es aprender a comer para vivir y no vivir para comer. Sólo hay que leer con detenimiento esta frase y reflexionar unos segundos para darnos cuenta de que estamos no ante una dieta alimenticia, sino ante una filosofía para redefinir nuestra existencia donde el equilibrio marca nuestro camino. ¿Cuándo empezamos?