No, no me he equivocado al teclear: no te hablo de la prOcrastinación sinó de la prEcastrinación. Solo diferencian ambos conceptos una letra. Sin embargo, son ideas opuestas. Procrastrinar no es un pecado, pero tampoco tiene una connotación positiva, sobre todo, en una sociedad en la que la competitividad está a la orden del día. Hoy te explico en qué consiste la precrastinación.
¿La precrastinación es buena o mala?
Para que me entiendas claramente: la precrastinación es la obsesión por acabar las cosas lo antes posible y antes de los plazos fijados. Cuando se calcula un tiempo para realizar una labor, lo normal es ajustarlo lo más exactamente posible, especialmente si tienes un calendario, o un cuadro horario, de obligaciones. Lógicamente, aunque los dos extremos son malos ‒precrastinar y procrastinar‒, de entrada parece mejor acabar la faena antes de hora que más tarde. Sin embargo, como bien sabrás y habrás visto en tu vida, el primero que acaba el examen no suele ser el que saca la mejor nota. De hecho, las personas precrastinadoras pueden llegar a ver su conducta como una virtud aunque, en realidad, lo que logran es una falsa eficacia.
La precrastinación y los resultados de la tarea
En cualquier obligación, los plazos se pueden recortar, cómo no, pero a veces la calidad, es decir, el resultado de tu trabajo no es el deseable. Vamos a poner un ejemplo: imagínate que te han encargado elaborar una nota de prensa. Tu labor consiste en recabar unos datos, redactarlos y darle un último repaso ortográfico y de estilo, para que quede al gusto de quien te lo ha encargado. Quieres acabar cuanto antes mejor y decides no darle un último vistazo. Conclusión: la satisfacción que has generado entregando tu labor antes del plazo determinado se ha visto oscurecida al haber librado un texto del cual podrías haber mejorado su calidad. ¿Ha valido la pena? Rotundamente, no.
La prisa, mala consejera
Vivimos en un mundo en lo que todo es urgente. Sin embargo debemos aprender a separar el grano de la paja, a saber que es lo prioritario y a cuánto tiempo debemos dedicar cada cosa. La precisión es clave para que tu trabajo acabe bien hecho y no con prisas, que siempre son malas consejeras.
¿Cómo superar la precrastinación
Por aquellas vicisitudes de la vida, aunque los diagnósticos no sean los mismos, las medicinas para curar la prescrastinación son similares a las de la procrastrinación: aplica tu sentido común en la toma de decisiones.
- Debes dejar de confundir lo urgente con lo importante. Hay que saber separar lo que realmente corre prisa de lo que no es tan necesario acabar ya. A todo le ponemos la etiqueta de urgente cuando, en realidad, hay que priorizar, no todo se puede finalizar al mismo tiempo y a la misma velocidad. Usa tu criterio y aprende a ordenar tus trabajos por orden de preferencia.
- Busca y elige el momento adecuado para hacer las cosas y ejecuta la acción. No siempre estamos en el mismo momento de inspiración y de ganas de hacer la faena. Debes reconocer aquel espacio de tiempo en el que te sientes con más vigor y capacidad de concentración para acometer entonces la labor. Tu rendimiento será espectacular y tus resultados, también.
- Busca y elige el momento adecuado para hacer las cosas y ejecuta la acción. No siempre estamos en el mismo momento de inspiración y de ganas de hacer la faena. Debes reconocer aquel espacio de tiempo en el que te sientes con más vigor y capacidad de concentración para acometer entonces la labor. Tu rendimiento será espectacular y tus resultados, también.
- Establecer horarios para las tareas rutinarias. El orden lo es todo, o casi todo. Aquello que urge, hay que hacerlo con la máxima celeridad y con la máxima perfección, sin fisuras y cumpliendo los estándares de calidad; cuando estás inmerso en este círculo de exigencia no tienes elección, debes centrarte exclusivamente en resolver esta labor. Pero para aquellas tareas que tienes más tiempo para realizarlas, dedícales un tiempo fijo diario, incorpóralas a tus rutinas y descubrirás que, además, se te hacen más llevaderas.
Recuerda que:
Conceptos como rapidez y eficiencia no son causa y efecto. No te mentiremos que, de vez en cuando, debemos ser rápidos en la toma de decisiones porque surgen imprevistos. Pero ser rápido no significa no tener una capacidad de análisis. Incluso en los momentos de máxima presión, un mínimo de reflexión y de concentración son imprescindibles. Sólo actuando de esta manera y siguiendo estos sencillos consejos, seguro que evitarás convertirte en un precrastinador.