El filósofo español Ramón Ortega y Gasset decía que “El pensamiento humano no descubre el universo, sino que lo construye”. Y es que, efectivamente, nuestro cerebro es, a su vez, creador y espejo de todo aquello que nos sucede. Nada ocurre ni nada existe en la esfera intelectual y social que no haya sido filtrado y construido por el cerebro, por lo que se puede concluir que el funcionamiento de nuestro cerebro actúa como referente y que crea y origina el verdadero conocimiento. De esta función primordial se encarga la neurociencia.
La neurociencia: ¿cómo funciona nuestro cerebro?
Dicho razonamiento implica que si nuestro deseo es codificar las emociones y sentimientos y los principios básicos de los razonamientos que mueven y crean el mundo tal cual lo aprendemos, hay que saber, de forma digamos obligatoria, aquellos mecanismos a través de los cuales funciona el cerebro.
Y es a partir de aquí que surge lo que conocemos como “la ciencia del siglo XXI”, la neurociencia, que ha revolucionado el mundo. Su propósito es de una importancia capital para descubrir por qué somos como somos o por qué nos comportamos como nos comportamos; o lo que es más importante: conseguir descifrar los enigmas de nuestro órgano más complejo y hasta hace poco bastante desconocido en el campo de la medicina, como es nuestro cerebro.
La neurociencia o “la ciencia del siglo XXI”
El grado de complejidad al que hacíamos alusión provoca que su conocimiento e interpretación sean de una importancia capital para otras disciplinas. Veamos algunos ejemplos, que nos ayudarán a comprender su incalculable valor. Así, el estudio biológico del cerebro es un área multidisciplinar que abarca muchos niveles de estudio: la genética y la genómica, la biología molecular y celular, la anatomía y la fisiología de los aparatos y sistemas, la psicología y la biología conductual.
Estas múltiples posibilidades ya ha generado la creación de innumerables áreas relacionadas con ella: la neuroanatomía, la neurociencia aplicada, la neurociencia cognitiva, la neurociencia computacional, la neurofisiología, la neurolingüística, la neurología, la neuropsicología, la neuropsiquiatría, la neurotecnología, la neurogenética, la neurocirugía… y muchas otras más. De hecho, en el ámbito de la investigación médica ya se considera el XXI como el siglo de la neurociencia.
Los neurocientíficos estudian el sistema nervioso desde niveles muy diferentes. Examinan las redes neurales y la estructura del cerebro, las moléculas, las células nerviosas, y cómo estos componentes interactúan para realizar diferentes actividades. También analizan cómo se desarrolla y funciona un sistema nervioso. Una parte fundamental de la neurociencia se ocupa de los trastornos y las enfermedades que causan problemas al crecimiento o funcionamiento del sistema nervioso.
Codificar y descodificar: la lectura como ejemplo
Un ejemplo más que clarificador de cómo trabaja nuestro celebro: cuando leemos, nuestro éste envía señales a los músculos del ojo para ayudarlo a seguir la línea de texto. Al mismo tiempo, los ojos descodifican las palabras en señales que viajan en las neuronas hasta nuestro cerebro. Y éste, a su vez, descodifica estas señales para leer las palabras. Luego, el cerebro busca en la información almacenada ─incluida la memoria─ para darle significado a las palabras por sí solas, y luego darle significado a lo que las palabras dicen en conjunto. El proceso completo ocurre casi de forma instantánea. Increíble, pero cierto.
Campos de la neurociencia:
Al tener un carácter multidisciplinario, la neurociencia aporta conocimientos importantes relativos a los procesos de nuestro cuerpo. Algunos de los temas de los que se ocupa la neurociencia son:
- Estructura y funcionamiento de la conciencia.
- Aspectos genéticos del desarrollo neuronal desde el momento de la concepción.
- Funcionamiento y estructura de elementos vinculados a la memoria y a la percepción.
- Redes neuronales y su alcance.
- Neurotransmisores y su participación en la formación de conducta.
- Mecanismos biológicos relacionados con el aprendizaje.
Conclusión
Podemos deducir de esta primera aproximación al campo de la neurociencia que sus oportunidades para aplicarla son casi infinitas y, por otro lado, que es una disciplina esencial para evolucionar en nuestra manera de entender el comportamiento humano y, lo que es más importante, poder descubrir cómo y cuáles son nuestras pautas y procesos biológicos para el aprendizaje, así como saber cómo almacenamos información en el cerebro.
¿Sabías que…?
- El primer premio Nobel de Medicina español, el aragonés Santiago Ramón y Cajal, que recibió esta distinción en 1906 en reconocimiento de su trabajo sobre la estructura del sistema nervioso, planteaba en su Doctrina de la Neurona la teoría de que las neuronas –nombre creado por él para referirse a las células nerviosas– eran células cerebrales individuales, lo que le permitió descubrir que dichas células envían y reciben información. Esta teoría constituye la base de la neurociencia moderna surgida en la segunda mitad del siglo XX.
- Para hallar el origen conocido más remoto de lo que sería la protoneurociencia hay que retroceder hasta el siglo V antes de Cristo, cuando Alcmeón de Crotona, tras hallar los nervios ópticos en sus disecciones, comenzó a pensar que el cerebro era el lugar donde residían pensamientos y sensaciones. Frente a este pensamiento avanzado, por ejemplo, el filósofo Aristóteles –cuyas ideas y postulados fueron incuestionables durante siglos- defendía que lo que podríamos considerar como procesos intelectuales tenían lugar en el corazón, y que la función del cerebro era enfriar la sangre que el corazón sobrecalentaba.