Todos queremos que nuestros hijos sean lo más perfectos posibles y que, como mínimo, superen a sus padres. Pero tenemos que ser conscientes de que este deseo, por mucho que lo ansiemos, no está garantizado. Lo que sí está en nuestras manos es hacer todo lo que sea necesario para que nuestros hijos evolucionen de le mejor manera posible. Sabemos que a la labor de los docentes, por mucho que se esfuercen en su cometido, debe ser complementada por los otros grandes referentes de los niños y niñas: sus padres. Y el esfuerzo de los progenitores es especialmente relevante cuando nos encontramos ante niños que sufren problemas de concentración. Vamos a daros unas pautas para detectar la falta de concentración en los niños y cómo mejorarla. A veces, parece imposible lograr que los niños se concentren, por eso os vamos a facilitar una serie de recomendaciones que redundarán positivamente en sus capacidades.
Consejos para disminuir la falta de concentración en los niños
1. Disipar cualquier elemento de distracción
Al primer momento parece una perogrullada pero es así: si eliminamos todo lo que les puede provocar la falta de concentración, ya habremos dado un primer paso, tal vez pequeño, pero imprescindible. Esta medida se puede aplicar a la hora de hacer los deberes en casa, y requiere no dejar la televisión encendida de fondo, ni un móvil en su mesa o juguetes a su alrededor. En un entorno, digamos frío, es más fácil centrarse en lo que se está haciendo.
2. Definir objetivos y obligaciones
Si ya hemos conseguido un escenario idóneo para que nuestros hijos no se desconcentren, otra actividad que debemos implementar es sistematizar sus obligaciones, es decir, fijar sus objetivos. Para alcanzar este punto, deberemos ayudarles para que, de forma periódica, revisen qué tienen que hacer para alcanzar los logros. Una de los mecanismos suele ser la confección por escrito de una lista de metas y repasarlas hasta que se alcancen.
3. Encontrar los momentos idóneos
También debemos trabajar como detectives y fijarnos con detalle en qué momentos del día nuestros hijos suelen estar más concentrados o más receptivos. y al contrario: cuándo sufren más falta de concentración. Por ejemplo, si notamos que después de la merienda le suele apetecer hacer deberes, es mejor estar pendiente de que en este escenario no se desconcentre para que dé lo mejor de sí mismo y, en cambio, no es necesario apretarle las tuercas cuando observamos que su nivel de concentración con las obligaciones escolares es mínimo. Hay que saber respetar su intimidad y dejarle margen para que defina su grado de compromiso, aunque también dentro de unos límites.
4. Trabajo, pero con pausa
Los expertos nos avisan que nuestro a nuestro cerebro les cuesta mucho mantener un alto nivel de atención durante mucho tiempo: está comprobado que, con muchas variantes, a partir de los 15-20 minutos nuestra atención empieza a descender. Sin embargo, demasiado a menudo creemos que cuando observamos que nuestros hijos están concentrados en una labor, esta situación se mantendrá eternamente. Por eso, en cierta manera, también nos frustramos al descubrir que al cabo de un rato –que a nosotros siempre nos parece corto– ya están descansando. Pero esto no es exactamente así. Concentrarse requiere un esfuerzo y es difícil alargarlo, sobre todo en las edades más tempranas, por lo que tenemos que considerar que las pausas son positivas, necesitan descansar antes de volver a concentrarse. Sin embargo, hay que estar atentos a que las pausas no se extiendan en el tiempo y sean más largas que los períodos de concentración.
5. Dormir con inteligencia
El orden en nuestras existencias es necesario para desarrollar una vida con plenitud y la falta de concentración en los niños no deja de ser un desorden. En muchas ocasiones descubrimos esta circunstancia cuando somos mayores, pero lo mejor es que lo practiquemos desde pequeños. Si nos fijamos, nuestro cuerpo se adapta cada día a nuestras necesidades, pero los esfuerzos y los abusos se pagan. Los niños tampoco son diferentes, por lo que si establecemos unas pautas fijas para la hora de dormir, su descanso será mayor y, por tanto, su potencial capacidad de rendimiento también, Y esto incluye el grado de concentración, disminuyendo el riesgo de la falta de concentración y la pérdida de un valioso tiempo así como la sensación de fracaso.
6. Dieta alimenticia equilibrada
Acabamos de comentar que dormir con inteligencia es sinónimo de orden y, por tanto, de concentración, pero para poder dormir bien también hay que tener muy en cuenta las características de nuestra alimentación. Y ésta, no sólo tiene que ser equilibrada, sino que también es básico para afrontar el día con energía, ingerir alimentos que potencian la capacidad de concentración, sobre todo los que son ricos en fósforo, ácidos grasos omega 3, calcio u otros minerales que se convierten en grandes aliados a la hora de controlar nuestro grado de estrés y fomentan la atención. Numerosos estudios demuestran que un déficit importante de estos nutrientes provoca a menudo falta de atención en los niños y también en los adultos.
7. Motivar e incentivar
Alicientes o incentivos suelen ser dos mecanismos que se utilizan muy a menudo como espoletas para activar su capacidad de concentración. No es un planteamiento equívoco, porque suele dar resultados, pero también tenemos que ser plenamente conscientes que no podemos pasarnos la vida ofreciendo regalos para que se concentren porque, en el momento en que dejemos de darlos porque vemos que puede caminar sólo, seguro que se detendrá en su camino. Otra manera de motivarle es con lo que podríamos denominar pequeños premios, que consistirían en una sesión en el cine o una salida en familia al parque de atracciones, por poner un par de ejemplos, si ha conseguido estar atento a sus tareas y las ha hecho correctamente. Además de los incentivos, es imprescindible insuflarles la motivación en positivo y, sobre todo, aplicar estos mecanismos a pesar de que nuestra actitud natural sería regañarles. Frases como Tú puedes hacerlo, Confío en ti o Estoy segura de que lo vas a conseguir, funcionan muchísimo mejor que castigarles por no haber alcanzado sus objetivos.
Falta de concentración en los niños: conclusión
La concentración se parece a un músculo: necesita ejercicio a diario. No todos tenemos la misma capacidad de concentración, como tampoco todos somos hábiles en un mismo deporte, pero lo importante es que todos pueden fortalecer esta habilidad si llevan a cabo las estrategias adecuadas para mejorar la concentración de los niños. Un enfoque eficaz en una etapa temprana de la vida y generar la autodisciplina, son dos de las claves para fomentar la concentración.