Tal vez hayas oído hablar de ellos. O tal vez no. Para que nos entendamos todos, te pongo un sinónimo: un prejuicio. Eso te suena más ¿no es cierto? Puestos a buscar términos parecidos, los condicionamientos mentales son lo que los psicólogos denominan creencias limitantes. Su poder es tan grande que afectan a nuestra manera de pensar y, en consecuencia, de actuar. Forman parte de nuestra vida, no podemos evitar que se formen pero ¡ojo! podemos identificarlos e impedir que obstaculicen nuestro camino. Para saber cómo se superan, te voy ha explicar de forma muy gráfica, en qué consisten los condicionamientos mentales.
Cómo se forman los condicionamientos mentales
Te lo explico mediante un cuento. Se trata de la fábula de la barracuda y la caballa. Ambos peces están ubicados en distintos compartimentos separados mediante un cristal. La barracuda es un depredador marino que puede alcanzar los dos metros y cuyo alimento favorito es la caballa. Totalmente ignorante de la barrera que tiene ante sí, la barracuda carga contra la caballa, consiguiendo solamente un topetazo contra el cristal. Después de varios intentos y de golpearse contra el cristal, abandona la tarea por imposible.
El papel condicionador de la experiencia
¿Qué hacemos ante una dificultad que nos parece imposible de superar? Recurrimos a nuestra experiencia. Ella nos recuerda aquello que hemos vivido y decide por nosotros qué es lo que se puede o no llevar a cabo. Creemos que nuestra experiencia es la buena. ¡Con razón existen tantas frases sobre ella! La experiencia es un grado, pájaro viejo no entra en jaula, la experiencia es el bastón de los ciegos… Es fácil y tentador elevar la experiencia al nivel de la creencia… pero ¿es lo correcto?
Qué le pasó a la pobre barracuda (por suerte para la caballa)
¿Que qué ocurrió con la barracuda? Pues que más tarde se levantó el cristal, pero el poderoso depredador se detuvo en el punto en que se encontraba la barrera, que aunque ya no existía, continuaba en su mente. El simple pensamiento de la barrera la dejó sin alimento. Creyó que la barrera estaría siempre ahí, impidiéndole cruzar hasta el compartimento contiguo.
Este es un claro ejemplo de cómo un pensamiento puede condicionar una acción, limitándola. Rendirse con un motivo se debe a la experiencia, ya que ésta se ha elevado inconscientemente al nivel de creencia. Aunque parezca contradictorio, tu experiencia es tu principal limitación.
Experiencia intangible
Hay dos formatos de experiencia: la física (si acercas demasiado la mano al fuego te quemarás) y la intangible (basada en las formas en que se realizan las acciones). Esta última está ligada a tus emociones. Según tu estado de ánimo, harás unas cosas u otras que llevarán a resultados diferentes.
Te pongo otro ejemplo que de bien seguro conoces: tienes una cena con unos amigos. Con uno de ellos y, por las razones que sean, no conectas y siempre acabas discutiendo. Ahora mira dentro de ti y contesta a esta pregunta: ¿irás emocionalmente condicionado a la cena solo porque va asistir esta persona? Sí, ¿verdad? Tu estado de ánimo, tus emociones, harán que actúes de la misma forma de siempre y por esa razón –tan irracional- volverás a discutir con él. Y lo que es más grave: te reafirmarás en que es un estúpido (él seguro que pensará lo mismo de ti) y en la próxima cena volveréis a discutir, creando un hábito. Un mal hábito, por supuesto.
¿Cómo superar un condicionamiento mental?
Sigo con el ejemplo anterior. En lugar de ir predispuesto al enfrentamiento con aquella persona reflexionas y adoptas una actitud más racional. Probablemente, piensas que esa persona es estúpida porque una vez actuó distinto a como esperabas o porque la juzgas por lo que hace y dice. Prueba de acudir a la cena sin condicionarte. Deja esa mala experiencia que tuviste con él a un lado y –como explica la locución latina- haz tabula rasa. Seguro que tu comportamiento con él será muy diferente, porque habrás dejado a un lado tus pensamientos limitantes y tus prejucios. Me juego lo que quieras a que esta vez no discutís.
Condicionamientos mentales: enemigos invisibles
El problema de los condicionamientos (inducidos por experiencias erróneas) es que actúan sin que nos demos cuenta. En nuestro mundo interior continuamente estamos negociando con ellos:
- Cuando tenga tiempo haré deporte (pero nunca busco el tiempo).
- Para qué salir a divertirme, sólo sirve para gastar (y nunca sales).
- Leeré estos libros que me interesan tanto cuando el trabajo me lo permita (pero nunca te lo permite, porque tú no quieres).
Son solo tres ejemplos de actitudes erróneas fruto de condicionamientos mentales. Hablaremos de nuevo de ellos en un próximo artículo. Mientras tanto, te invito a que escribas condicionamientos que tú hayas experimentado o que hayas observado en otras personas –¡todos tenemos!- y me los comentes. ¡Prometo contestar a todos!